jueves, 20 de septiembre de 2007

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El escritor entrego su ensayo y, con aprobación,
ellos palmearon su espalda.
Con el gesto del amo satisfecho.
Devoraron sus frases, las cortaron, fotocopiaron,
pegaron y posaron ante la luz.
Sus cuentas se alumbraron con la deuda
de quien no paga lo que ha ya vendido.
Al escritor lo sentaron, lo amaron, lo corrieron,
lo sonrieron, lo subieron y lo bajaron.
El escritor vio en un cartel alumbrado en la noche,
su frase y un coche.
Se sintió tan apenado.
Pudo ver, en un rayo roto, hasta el reclamo
del sentir traicionado de su bicicleta.
Fue a preguntarles, exigirles, implorarles,
reclamarles su derecho de autor.
Por el izquierdo, ellos, vendieron y compraron un perdón,
como razón, de un desecho mas vacío
para el templo en construcción.
Las marquesinas danzan al borde del vació oculto.
El vacío y el culto se negaron a alumbrar la falsa conciencia.
Ellos le dieron la espalda,
con sus carteles hacia los que apunta la luz
que funda el olvido de caras sin miradas.
El siguió su camino,
con sus papeles hacia donde dobló el viento
y las cosas nunca son tan claras…

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