jueves, 27 de agosto de 2009

Vida Moderna

Los hombres y las operaciones financieras

Cuando se vive en el vértigo de la espontaneidad es inevitable enamorarse del aquel con el te chocaste, al dar vuelta la esquina, simpática sonrisa que atraviesa tus ojos luego del accidente callejero y te deja fabulando sobre una próxima vez; tanto como ver un departamento en construcción, que ofrece sus maravillosos proyectos, a futuro cercano, de modernas y nuevas terminaciones, para salir corriendo a la inmobiliaria a señar un maravilloso castillo en el aire que transportara a la princesa merecedora, en brazos, a sus gentiles metros cuadrados sin estrenar. Entonces, así, como le sonreímos al apuesto con quien nos chocamos por la vida, vamos y señamos un departamento que aun no esta ni construido.
Como soñadoras que somos, seguimos depositando esperanzas por doquier, en versiones multifacéticas. Algunas, por una pequeña suma más costosa de lo que esperábamos. Y nos preguntamos-: de que sirve estar vivo si uno no arriesga? Impetuosas, decididas y enamoradas de la vida, continuamos, como topadora sentimental, avanzando por terreno baldío desconocido en ambos casos.
Apostamos los ahorros que uno vino apartando por años, a la vez que las esquinas de la ciudad nos siguen dando la adrenalina suficiente, cuando nos seguimos chocando con el mismo sonriente caballero apuesto y, de repente, comenzamos a creer en el destino.
Avanzamos! Queremos chocarnos con esa misma persona más seguido para conocerla. Y si, avanzamos, queremos esos metros cuadrados, a estrenar, que borran cualquier indicio de vida anterior! Hombre nuevo, casa nueva, vida nueva! Los días pasan, los gratos tropiezos se repiten y, también, el boleto de compra-venta se acerca. Nosotras, las que no entendemos de contrato ni de números, pero si de sentir, recibimos complacientes la invitación de un hombre tanto como los documentos a firmar para la compra de aquellos sueños. Y, por supuesto, nos dedicamos a ambos, con la misma pasión que mama cocinaba, dedicadamente, para toda la familia un domingo al mediodía. Con el aroma que deleita los sentidos, se incrementan los encuentros, los diálogos y se intercambian los puntos de vista.
El hombre, que acabamos de conocer, luego de varios choques risueños de esquinas y un intercambio de teléfonos, nos deja conocerlo y reciprocamos. El contrato que nos envían para firmar, luego de varias lecturas y dudas al respecto, se nos presenta listo para la firma. Comienzan, uno y otro, con cierta falta de aire de nuestra parte, a amalgamarse en dificultosa tarea de dilucidar hasta donde, lo que se nos presenta, tiene la capacidad de protegernos ante las, incomodas o no tan legibles, eventualidades:- Tiene letras chiquitas que no leí? Con el tiempo, puede modificarse y tornarse en una carga que, difícilmente, uno pueda soportar, como una cuota de fideicomiso que aumenta y aumenta excediendo nuestros ahorros e ingresos? O, aun peor, puede ser un gran fiasco, en el que caímos por atrevernos a confiar en el encanto de extraños? Los hombres, como los capitalistas y fiduciarios, comienzan a parecernos entonces un enigma con el que nunca antes nos habíamos encontrado. Que pasa si, después de señar, uno cambia de opinión porque no le gusta el convenio que viene después? O, lo que terrible seria, que hacemos si en el medio del baile una se da cuenta que, en algún punto, puede quedar desprotegida, luego de haber recorrido largo trecho? Si no se cumplen los contratos escritos o tácitos? Y, esencialmente, como poder ver, con seguridad, la “intención” de ese otro con el que estamos pactando? Muchos dicen-: el que no arriesga, no gana! Otros dirían-: yo compro cuando tengo, absolutamente, todas las certezas que todo va a ser, exactamente, como quiero! Como saberlo? Y si, por demasiada precaución nos estamos perdiendo de algo bueno?
Después de todo, nadie, nunca estará en tus zapatos.
Por lo que, luego de hacer tus caminatas personales por la vida y las pases con el impulso emotivo propio, uno, finalmente es el único que puede decidir tomar ese vertiginoso riesgo de confianza.
Y si así fuera, la única recomendación que pude obtener para el futuro, en ambos casos, es que, tomes la decisión que tomes, si quieres seguir siendo una romántica por la vida:- hay que seguir apostando! mientras te procures tener, bien a mano, un buen amigo contador y, eventualmente, otro abogado!