Un lunes de azul y amarillo,
vino, despierta, la voz de tu brillo,
a darle luz a mi dormida letra,
mientras tu boca interpreta.
En puro chocolate derretido,
mi mejilla se hace agua, y en mi oído,
de sonrisas discretas, al azar,
se debaten dos hoyuelos en mis pecas.
Sentada de verde, al publico, tu alma,
vuela en las alas de tu canción.
De tu estribillo, crece la calma
y, de entrecasa, se desviste al corazón.
Al hombro llevas el alma, y tu don
a tus pies, en cada frase, crea un nuevo día,
en huellas de letras, entre aires de algodón,
voy detrás, rastreando el fin de tu melodía.
Cuchareándome a tu sabor de anís,
deshago mis pasos y traigo conmigo,
la esencia de tu voz en mis oídos,
entintando la hoja y por tu culpa, feliz.
domingo, 2 de septiembre de 2007
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