Sin la cuota clásica de un farsante edulcorante,
una pizca de locura se mezcla con el instante,
en que ví, fugaz, doblar por la esquina, a la vida.
De corpiño y sin enagua, sonriente y desmedida.
Corrí detrás, llenando unas copas y bailando,
entre amores y amigas, soñando y jugando.
Para no perderte el rastro me fui aun más lejos,
y peiné a todas las ancianas y bailé con los viejos.
Puse guirnaldas en sus bastones y tanto se rieron,
que, en sus risas, paso de nuevo la vida desmedida,
guiñándome el ojo, tiro la enagua y bailo, encendida
de nuestra cuarta copa de vino, hasta que se fueron.
Y así nos vamos a ir todos, alocados o edulcorantes,
pisando uno a uno, los instantes, de noche y de día.
Abrazándonos a esta vida como sus eternos amantes,
saboreando cada gota de su boca, alocada y desmedida.
sábado, 29 de septiembre de 2007
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