La muerte de Agripina (1654) Esas ínfimas cosas que uno adora, y sin saber porqué Esa alteración de la sangre de los crédulos que se doblegan Esos Dioses que el hombre ha creado, y que no pueden crear al hombre De los más firmes Estados qué fantástico sostén "Ve, Ve, Terencio, quien las cree, no cree en nada…”
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La muerte de Agripina (1654)
Esas ínfimas cosas que uno adora, y sin saber porqué
Esa alteración de la sangre de los crédulos que se doblegan
Esos Dioses que el hombre ha creado, y que no pueden crear al hombre
De los más firmes Estados qué fantástico sostén
"Ve, Ve, Terencio, quien las cree, no cree en nada…”
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